Todos hemos experimentado
alguna vez el deseo de súplica a un ser superior. Cuando nos sentimos impotentes
recurrimos a las súplicas de Dios, y a Él pedimos y rogamos que nos libre de
esa fatalidad, herida o enfermedad.
La gente buscaba a Jesús con
esa finalidad. Y, también nosotros, a pesar de decir que no creemos, o creemos
a nuestra manera, también recurrimos a Él suplicándole atienda nuestra
petición. Y es que cuando estamos en apuros nos acordamos de Dios y de nuestra
Madre, la Virgen.
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