Las personas que, siendo
agraciadas y habiendo recibido mucho, se lo guardan para su propio provecho o
se enaltecen despreciando a aquellos otros que carecen de fortaleza o de
cualidades e incumplen normas o cometen errores, se hacen despreciables y no
son justificadas.
Por el contrario, los que
siendo débiles y cometiendo errores y pecados, los reconocen, se hacen
agradables a los ojos de Dios. Porque son los débiles y pecadores los que
necesitan ser curados y, por lo tanto, de la Misericordia de Dios.
Por eso, es mejor adoptar la actitud del publicano y no la del fariseo, que se jacta de sus cumplimientos y se excluye como pecador. Porque quien se enaltece será humillado, y quien se humilla, será enaltecido.
Por eso, es mejor adoptar la actitud del publicano y no la del fariseo, que se jacta de sus cumplimientos y se excluye como pecador. Porque quien se enaltece será humillado, y quien se humilla, será enaltecido.
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