Nuestro Padre Dios, sabedor
de que el hombre necesita descanso, guardó un día para este menester. Un día
donde el hombre pueda liberarse del trabajo y descansa libremente y
sosegadamente. Ese día donde el hombre puede tranquilamente tener un tiempo
sereno y reflexivo con y ante el Señor.
En tiempos de Jesús, Israel
tenía el sábado como el día del Señor. Sin embargo, con el tiempo, hoy,
nosotros, su Iglesia, tenemos el domingo como el día del Señor. Un día para que
la familia y todos, descansados, podamos pasar y dedicar un espacio para estar
presente y unidos ante el Señor.
Sin embargo, podemos
preguntarnos, ¿lo hacemos así? ¿Son nuestros domingos días de descanso y
dedicados a pasar un rato con el Señor? ¿O más bien, días dedicados a descansar
del atracón de las fiestas del sábado o propio domingo? Quizás sea el domingo
uno de los días de la semana que más nos cansamos.
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