Todo
se reduce a servir. Si verdaderamente amas, sirves, pues, el amor sin servicio
deja de ser amor. Y, realmente, cuando amas se nota en el servicio y tu forma
de actuar. Te pones al servicio de los demás, tal y como hizo Jesús, nuestra
referencia y modelo.
La
prueba del amor se esconde en el servicio. Jesús nos anuncia el Amor del Padre,
una Amor que se hace carne y viene a servir, no a ser servido. Por tanto, el
amor está revestido de servicio, de tal forma, que quien ame para servirse no
está verdaderamente amando.
El camino de la grandeza no está por alcanzar éxito, fama y poder, sino por, aun teniéndolos, abajarse humildemente y servir. Porque, como dice Jesús: serán primeros aquellos que elijan ser esclavos en el servicio a los demás, tal como hizo Jesús.
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