Es evidente que,
nos lo descubre nuestra propia vida, nos cuesta valorar y dar reconocimiento y
prestigio a alguien de nuestro entorno. Se nos hace más difícil dar a torcer
nuestro propio orgullo, soberbia, envidia…etc. Necesitamos mucha humildad.
Señor, me sostengo
en pie porque mi esperanza se apoya en tu presencia. De no estar Tú, Dios mío,
mi vida se derrumbaría como una castillo de naipes. En tu presencia y
misericordia infinita pongo toda mi confianza, Señor y Padre mío.
Por otro lado, necesitamos desprendernos de nuestra propia autosuficiencia. Nos será imposible reconocer algo que venga de aquel – sencillo y humilde – que pertenezca a nuestros orígenes, y del que nosotros nos creamos superiores. Nunca podremos aceptar y reconocer su palabra y su anuncio. Por el contrario, esperamos reconocerlo de alguien espectacular, desconocido y de gran prestigio. Nunca de un sencillo y humilde joven de nuestro pueblo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.