Nunca podremos dar
buen testimonio si nuestra vida no es coherente con nuestra palabra. De modo
que, más que decir, se trata de hacer lo que se dice. Y eso basta, hasta el punto
de que quien lo ve, sabe que lo que dices es cierto y verdadero. Luego, él
decidirá si lo toma o lo deja.
Señor, no lo
entiendo, pero me fío de tu Palabra y de tu Infinita Misericordia. Y eso llena
mi vida de esperanza y de paz. En ti, mi Señor y Creador, confío y en tus manos
pongo toda mi vida. Amén.
Tu testimonio es
válido cuando tu palabra viene del Evangelio, y está validada con tu vida.
Entonces, quienes lo ven sacarán sus propias conclusiones y comprobaran que
vale la pena dar crédito a lo que dices, porque está refrendado desde el
Evangelio con tu vida. Tus obras revelarán que tu palabra es buena y verdadera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.