Esa es la pura
realidad por mucho que queramos mirar para otro lado. Cueste lo que nos cueste,
el único camino es ese: misericordia, perdón, generosidad, amor. Y por mucho que
quieras tú cambiarlo, perderás el tiempo.
En Ti, Dios mío,
están puestas todas mis esperanzas. Gracias por ser mi Padre y por regalarme
esa oración del Padrenuestro que me recuerda cada día tu Infinita Misericordia
y la necesidad de ser misericordioso como Tú. A ti, Padre, me confío.
Sin lugar a duda
que la misión es difícil y dura. Pero, una cosa nos debe quedar muy clara: No
estamos solos, desde el día de nuestro bautismo hemos recibido al Espíritu
Santo, y con Él podemos convertirnos y ser misericordiosos; perdonar, incluso a
los enemigos; ser generosos y darnos por amor. Nuestro signo de victoria es la
cruz, que cargamos junto a Jesús para alcanzar el gozo de vida eterna.
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