Precisamente, este
tiempo cuaresmal es una nueva oportunidad para, silenciando nuestro interior,
en paz abrirnos a la escucha de la Palabra del Espíritu Santo que nos mueve a
convertirnos y seguir al Señor.
Es un tiempo
propicio para que mi conversión crezca y avance. Pero, Señor, necesito tu
Gracia, para que mi corazón, endurecido por el pecado, sea cada día más suave,
bueno, paciente, comprensivo y humilde. Y así pueda crecer en amor y
misericordia.
Es un tiempo para reflexionar, meditar y descubrir el verdadero sentido de nuestra vida, que no está en este mundo, caduco y llamado a convertirse en ceniza, sino en Dios, nuestro Padre, que es Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad, a la que tú, yo y todos, a pesar de nuestros pecados, estamos llamados.
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