Es verdad que
acompañar al Hijo de Dios en principio no apetece. Es como apuntarse con los
perdedores de este mundo. Y se nos plantea sería dudas como que Dios acompaña a
su Hijo, un perdedor. La evidencia es a la persecución que es sometida, tanto
la judía como la cristiana.
Señor, sé que no
merezco ni tu amor ni tu misericordia, pero también sé que sin Ti perderé la
oportunidad de ser feliz eternamente. Dame la fortaleza, paciencia y fe para
ponerme en tus manos y dejar que tu Espíritu guíe mi vida. Amén.
Sin embargo, la fe
y la esperanza se vuelven caridad en el amor al prójimo, e incluso al enemigo.
Y ahí se descubre ese gozo y felicidad que todos andan buscando, la felicidad
eterna. Porque, tras el dolor y camino de cruz se esconde el triunfo de la resurrección.
Pero, no una resurrección para llorar y crujir de dientes, sino una
resurrección de gozo, de paz y de felicidad eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.