La diferencia
entre un cristiano y quien no lo es, es sustancial y notoria. Mientras uno ama
y reza por sus enemigos, el otro responde
con violencia en su defensa. El cristiano enarbola la bandera del amor y la
paz, mientras otros prenden el enfrentamiento.
Señor, soy débil y
muchas veces caigo en la pereza, desánimo, egoísmo o comodidad. Trato de
exigirme y experimento fracaso, decaimiento y deseos de quedarme en el camino y
en la rutina. Es entonces, Señor, cuando recurro a Ti con deseos de ponerme en
tus brazos y dejar que Tú sanes mi corazón herido.
No es cuestión de
razonamientos, pues, nuestra razón nos dice que debemos responder con la misma
moneda. Es cuestión de fe, de creer en lo que nos dice nuestro Señor Jesús,
Señor de la vida y la muerte, y cargar con la cruz, como hizo Él, para dar
testimonio del amor. Un amor del que nacerá la esperanza y la resurrección.
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