La realidad es que
poco han cambiado las exigencias. Hoy, como ayer, muchos son los que exigen
pruebas y signos. Muchos, quizás en plan irónico se atreven a decir: «Yo
no he visto a nadie que haya vuelto a la vida». Y de esa manera
justifican su incredulidad.
Señor, cada día es
una ocasión para hacer tu voluntad en las pequeñas cosas que se me presentan,
sirviendo gratuitamente a los que lo necesitan, al poner toda lo que he
recibido gratuitamente en servicio de los más pobres y necesitados.
Quieras o no; aceptes o no aceptes; creas o no creas, el único signo que tendrás será la Cruz. Esa Cruz donde Jesús pronunció sus últimas siete Palabras y donde entregó su Vida. Esa Cruz de la que fue bajado y colocado en el regazo de su Madre y, luego, sepultado. Y esa Resurrección, tres días después, fundamento de nuestra fe.
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