
Escuchamos la Palabra, pero la vida camina por otro lado. No
negamos la fe, pero negamos la vida de esa fe, porque no nos compromete en
nada. Actuamos mirando nuestro propio interés y no lo que nos dice la Palabra.
Y eso no es fe, o, en su caso, una fe muerta. Por eso la fe
no da frutos ni tampoco crece. Probablemente son semillas que por su poca
profundidad quedan a merced del diablo y son arrebatadas.
La única semilla que persevera es aquella que se agarra a la
buena tierra, echa raíces y da buenos frutos. Porque solo aquellos que ofrecen
su vida, la ganan, y los que la retienen, la pierden.
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