El hombre es un animal
político y necesita desarrollar esa cualidad en la medida que desarrolla su
vida y resuelve sus asuntos. Pero la alta política, la que concierne a los
pueblos y naciones exige administrar la justicia desde la verdad y repartir las
riquezas.
Esa distribución
necesita una garantía que dé a cada uno lo necesario y suficiente para
satisfacer sus necesidades y responder a sus derechos. Y en esa función reside
el arte del buen político, que expone su programa en esa línea y da
cumplimiento con sus obras a lo prometido.
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