En su época, a pesar de su
notoriedad, muchos se preguntaban quien era. Y lo confundían con Juan el
Bautista, ya decapitado por Herodes; otros pensaban que era Elías y otros un
profeta como los que ya habían venido. Todavía, hoy, muchos no le prestan
cuidado o piensan que fue un hombre notorio e importante.
Para el cristiano creyente y
practicante, Jesús es el Hijo de Dios vivo, enviado por el Padre para salvarnos
de la esclavitud del pecado y que nos ha redimido con su Muerte voluntariamente
entregada en la Cruz. Su Obra y sus Milagros así lo atestiguan y dan
testimonio.
Sin embargo, al hombre le cuesta creer, porque en el
mundo en el que vive, espera encontrar lo que le parece que no puede encontrar
en la Palabra de Jesús. Su esperanza se desmorona cuando experimenta la
caducidad de las cosas de este mundo. Sólo Jesús tiene Palabra de Vida Eterna.
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