sábado, 21 de mayo de 2016



Un creyente y discípulo de Jesús de Nazaret debe tener siempre buena intención. Y eso conlleva el esfuerzo de decir siempre la verdad y de vivir en ella. Significa que no debe tener segundas intenciones ni maledicencias que denigren y perjudiquen a otros.

Por eso, su actitud debe estar siempre en consonancia con su corazón. Y su corazón debe ser limpio como el de los niños. Con buenas intenciones, con la inocencia de saberse protegido y auxiliado por el Espíritu Santo y con la esperanza de que la verdad siempre salga a relucir. 

Sin desesperar, porque no sólo se trata de este mundo, hay otro que sigue, y ese es el verdadero. Y lo que no se sepa aquí emergerá en el otro. El creyente debe confiar y saber que el Padre todo lo ve y todo lo guarda para el momento oportuno.

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