
No será nada fácil emprender el camino de la felicidad.
Sabemos que todos lo deseamos, y también que todos lo buscamos, pero
experimentamos que es ardua y difícil encontrarla. Al menos la experiencia nos
dice eso. Y si tan costosa se hace encontrarla será porque su valor es grande.
Algo de tan grande valor debe exigir esfuerzos
proporcionados a su valor. Y si queremos una felicidad que dure siempre, se
supone que exigirá grandes renuncias y sacrificios. Y eso, quizás, aunque todos
la buscan, no todos podrán descubrirla, porque sólo estará al alcance de los
que estén dispuestos a la renuncia.
Jesús nos propone hoy
un camino de felicidad. Un camino seguro, pero que exige y pasa por desapegos y
desprendimientos. Un camino donde los egoísmos son excluidos y sustituidos por
la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la solidaridad, la verdad y la
justicia, el compartir y sufrir con los que lo pasan mal y el soportar
dejaciones y persecuciones misericordiosamente.
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