
Todos sabemos por experiencia que todo lo que tiene valor exige esfuerzo. Detrás del éxito se esconde el esfuerzo, trabajo y sacrificio. Y muchas veces no se ve ni el éxito ni los frutos. Jesús fue el primero que pasa por ese calvario de la Cruz y da testimonio y ejemplo.
Ya nos advirtió
que el discípulo no es más que el Maestro –Mt 10, 24-. Y hoy, en el Evangelio - (Jn 15,26—16,4) - nos lo recuerda. Por lo tanto, queda claro, seguir a Jesús
comporta molestias, persecuciones, peligros y sufrimientos. Y nos lo dice para
que lo tengamos en cuenta y no nos coja de sorpresa.
Claro, todo esto viene realizado por
aquellos que no conocen al Padre ni, por supuesto, al Hijo. Quizás seamos
nosotros los que, en su Nombre, debemos dar testimonio y ejemplo para que
conozcan al Hijo y a quien lo ha enviado. Incluso a pesar del peligro de dar
nuestra vida por amor.
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