Está claro que el mundo no es
el lugar donde reina la paz y la felicidad. Quizás es una esperanza y un anhelo
que el hombre de bien busca, pero se encuentra sin fuerza ni capacidad para
lograrlo Necesita la Gracia de Dios para alcanzarla y esa inquietud le lleva a
su encuentro.
Pronto, el hombre avispado
que piensa y reflexiona, experimenta que en el mundo no está lo que busca,
pero, sí, por el contrario, es el lugar donde encuentra el camino para alcanzar
esa felicidad que busca. El mundo te da la oportunidad de amar y de darte a los
demás, y ahí descubres que encuentras lo que tanto buscas.
Es cuestión de pararte y reflexionar. Todo lo que el
mundo te ofrece termina por desaparecer. Es caduco y tal como aparece se desvanece.
Es una felicidad transitoria e incompleta. Sin embargo, cuando te das, cuando
eres capaz de compartir, cuando, desinteresadamente, te ofreces al otro,
experimentas gozo y felicidad. Una felicidad que permanece y siempre te
acompaña. Dios ha llegado a tu corazón.
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