Juan fue elegido y llamado para una misión. Igual que María,
Juan respondió afirmativamente y su vida fue coherente con su misión. Pero,
podía haberse negado. También nosotros por medio de nuestro bautismo hemos sido
llamados para una misión.
¿La hemos descubierto? ¿Y vamos respondiendo a ella? Cada
día es una nueva oportunidad para, a la luz del Espíritu Santo, esforzarnos en
responder a lo que Dios quiere de nosotros. Contamos con su Gracia y el auxilio
del Espíritu Santo. No desaprovechemos esa oportunidad de responder.
Ni tengamos miedo. El
Señor no nos deja solos, tal y como ocurrió con su Madre y con Juan. Y con
muchos otros más que respondieron a su llamada. Muchos dependerán también de
nosotros para ver al Señor. Necesitan nuestra palabra, nuestro testimonio y
nuestras buenas obras. Respondamos a la llamada del Señor.
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