Pero, el amor llega más allá
de donde llega la Ley. Trasciende sus límites y sobrepasa su frontera. El amor
es misericordioso y superando a la Ley lava nuestros pecados y los perdona. El amor
nos cambia y nos transforma borrando nuestras heridas y dándonos un corazón
nuevo.
Por eso, es lo primero. Pero,
dentro de lo primero pone en primer lugar, valga la redundancia, el amor a
Dios, porque en Él se fragua la fuerza que nos hace a nosotros corresponderle y
proyectarlo luego en los demás. Sin Él no llegamos a darnos a los demás.
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