
Porque, sin Él no podremos
amar ni perdonar. Necesitamos su Gracia para superar nuestras debilidades y
torpezas; nuestras apetencias y pecados. Somos esclavos de nuestra propia
naturaleza humana y no podemos escapar al error y a la soberbia.
Por eso, para poder lavarnos
los pies los unos a los otros necesitamos que la Gracia del Señor nos empape y
nos llene de su Fortaleza y de su Amor. Para poder olvidarnos de nosotros
mismos y ser capaces de humillarnos ante los más pequeños necesitamos la Gracia
del Señor. Sin Él no somos nada.
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