Nuestra vocación interior es el amor. Es posible que muchas personas no lo adviertan ni lo descubran, pero, de una u otra manera, todos estamos inclinados e impulsados por una fuerza interior a amar. Y sin amor nos sentimos frustrados y mal. Cuando amamos, al contrario, nos sentimos bien.
Es la experiencia que todos podemos advertir y haber vivido. Cuando hacemos una obra buena, es decir, amamos, nuestro corazón se encuentra gozoso y nos sentimos satisfechos y bien con nosotros mismos. Es señal de que estamos cumpliendo de acuerdo con nuestra vocación de amar.
Por eso, no es una celebración puntual, aunque tenga rango de celebrarse anualmente, sino la celebración del verdadero sentido de la vida, el amor, por el que Jesús de Nazaret entregó su Vida de manera incondicional y gratuita para que todos nosotros entendiéramos que amar es el único sentido gozoso y feliz de nuestra vida.
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