Es muy fácil, para
este mundo, seducirnos. Mundo, demonio y carne tienen mucha ventaja sobre
nuestra naturaleza humana. Somos carne de pecado y fácilmente caemos en manos
de nuestros enemigos. Jesús, el Hijo de Dios, ha venido para liberarnos y
salvarnos.
Tengamos la
seguridad y la confianza de que Dios, nuestro Padre, nos cuida y nos bendice.
Pues, ¿no lo hacen nuestros padres de este mundo? ¿Cómo no lo va a hacer
nuestro Padre Bueno del Cielo que nos ha creado y ha entregado a su Hijo único
y predilecto a una muerte de Cruz para darnos la vida eterna plena de felicidad
a nosotros, sus hijos también?
Solo atentos,
vigilantes e injertados en el Espíritu Santo podemos sostenernos firmes y cerca
de nuestro Señor Jesús. En el momento de nuestro bautizo, momento muy
importante y trascendente, el Espíritu Santo viene a nosotros para no permitir
que el enemigo del alma – mundo, demonio y carne – puedan seducirnos fácilmente
y perdernos para vivir eternamente junto al Padre y en su Gloria.
¿No es vergonzoso recubrir sin razón ni motivo las paredes de mármoles y dejar que Cristo ande por las calles desnudo?... Lo que se sale de la necesidad es superfluo e inútil: ponte unos zapatos mayores que el pie. No los aguantarás porque te impiden andar. Así, una casa mayor de lo necesario te impide la marcha al cielo (CJ - Cuadernos - 234 - Ricos y pobres en el Nuevo Testamento -Jose I. González Faus).
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