Es evidente que la
realidad supera a nuestra imaginación y que las cosas no son como las deseamos
o imaginamos. Incluso a como las sentimos, pero lo evidente es que la Ley debe
estar siempre al servicio del hombre, y nunca en sentido contrario. Ese debe
ser siempre su espíritu.
Y, eso Señor, me
da esperanza y confianza. Sé que a pesar de mis caídas, mis fallos, mis errores
y mis debilidades, Tú, estás siempre presente en mi vida con los brazos
abiertos llenos de amor y misericordia para acogerme y darme cobijo y
felicidad. Ya nos lo dijiste en la parábola del hijo pródigo.
Y más evidente
todavía, saber y desear que la Ley nunca debe someter al hombre, menos coartar
y falsear su libertad. La Ley protegen de esas coacciones e incluso están
señaladas como delitos, pero el hombre – por el pecado – se las salta y las
infringe – lo cual hace evidente la necesidad del perdón misericordioso. Sin
embargo, hay excepciones que justifican el proceder del hombre al margen de la
Ley.
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