A pesar de saciarnos sabemos que volveremos a
tener hambre. Y la sed y el hambre se repiten cada día. Necesitamos saciarnos y
nunca, al menos de forma definitiva, quedamos saciados plenamente. De la misma
manera nos sucede con nuestro deseo de felicidad.
San José, modelo de oración y obediencia;
modelo de humildad y castidad; modelo de silencio y paciencia, y, sobre todo,
de fe y perseverancia. Sé mi guía y mi protector en los momentos de zozobra y
confusión. Amen.
La felicidad consiste en estar plenamente
saciados, hasta el extremo que no deseamos nada más. Nos basta como estamos,
como somos y nos sentimos a gusto. Pero, no sucede así, a cada momento
necesitamos volver a calmar nuestra sed y hambre. Sólo nuestro Señor nos ofrece
ese alimento, su Cuerpo y Sangre, bajo las especies de pan y vino, en cada
Eucaristía, para calmar nuestra sed y hambre plena y eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.