Nuestra madurez no consiste en ser más sabios,
sino en ser más confiados y obedientes, como si de niño se tratara, a la
Palabra de Dios. En la medida en que lo seamos, seremos más parecidos a nuestro
Padre, y eso nos hará más gozosos y esperanzados en ser grandes en el reino de
los cielos.
Solo la fe nos puede guiar, Señor, a seguirte
con firmeza y decisión. Tal es la Santa que celebramos hoy, Clara de Asís, que,
junto a San Francisco, nos transmite un ejemplo de fe y perseverancia que nos
anima a hacer nosotros, según nuestras posibilidades, lo mismo. Aumenta nuestra
fe, Señor.
Ser como niño no significa dejar de crecer ni permanecer en una ingenuidad inmadura, sino avanzar en el conocimiento de nuestro Padre, creer en su Palabra y confiar en que en Él podemos alcanzar la felicidad que soñamos desde niños. Ser como niños es reconocer nuestra pequeñez y confiar plenamente en el Amor Misericordioso de nuestro Padre.
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