¿Es Dios el centro de mi
vida? Y si lo es, ¿confío en Él hasta el punto de conformar mi vida según su
Palabra? Supongo, con humildad, que si lo es, y que me esfuerzo en que mi vida
sea reflejo de la de Él. Pero también experimento, aunque me sea difícil
advertir, que dejo mucho que desear.
Una de las facetas
importantes es la relación con los demás. ¿Trato de que sea tal y como a mí me
gusta que sea conmigo mismo? Ahí veo más claro que fallo, y que mis egoísmos
priman y me vencen. La lucha existe y la consecuencia son las oraciones y
Eucaristías.
Experimento la gran dificultad del análisis propio, y
el esfuerzo que hay que hacer para estar disponible y dispuesto a olvidarte de
ti para, liberado, darte a los demás. La entrega y el servicio pasan por
desapegarte, para disponerte, y para eso necesito la Gracia de Dios.
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