Es verdad y necesario que, en
algunas ocasiones, conviene, por delicadeza y comprensión, presentar la verdad
de forma suave y no tan directa, y con tiempo para ser digerida, ante la dureza
y fuerza de mensaje. Pero nunca ocultándola, sino desvelándola.
A veces la adornamos
demasiados que resulta más una adulación que una necesidad o realidad que
tenemos, y con tanto palabrerío la escondemos que no llegamos a transmitirla.
Mejor llamar al pan, pan y al vino, vino.
Jesús nos advierte de tantas reminiscencias y
rebuscamientos que no sirven de nada, ni tampoco mejoran nuestra oración con el
Señor. Tenemos la oración del Padre nuestro, que Jesús nos da, nos la enseña y
en la que se contiene todo lo que necesitamos.
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