miércoles, 27 de abril de 2016



El objetivo de la vida de toda persona es dar frutos. Nacemos y toda nuestra vida dependiente hasta alcanzar la madurez está destinada al momento y la capacidad de dar frutos. Sin frutos quedamos frustrados y nuestra vida queda vacía y hueca.

Pero tampoco nos sirve cualquier fruto. Deben de ser frutos en proporción a la calidad de los talentos que hemos recibidos. De modo que si tenemos capacidad para llegar a capitán, no debemos quedarnos en teniente. Hay que tratar y esforzarnos en dar al máximo. 

Y la experiencia nos dice que sabemos realmente cuando nuestra vida ha sido aprovechada y ha dado el máximo de sus cualidades. Pero también todo lo que quizás hayamos desaprovechado. De cualquier forma, lo importante es reconocerlo y enmendarlo en la medida de nuestras posibilidades. Con confianza y humildad, porque Dios, nuestro Padre, lo que quiere es que regresemos a su Casa. Ese es nuestro mejor fruto.

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