Llegado el momento del encuentro con Jesús, y descubierto
que la vida y la felicidad están en Él, no se entiende como no se persevera en
su Palabra. Algo debe fallar en el hombre que ciega su mente y le aleja de su
presencia.
Posiblemente, el encuentro no ha sido tal encuentro y no ha
echado raíces profundas. Es la parábola del sembrador, que cayendo la semilla a
la orilla del camino o en terreno poco profundo desaparece pronto comidas por
las aves o angosta por el calor.
Ocurre que, cuando no
medimos la importancia de la Palabra del Señor, damos más crédito a las cosas
que tenemos de inmediato delante. Es aquello de que vale más pájaro en mano que
ciento volando. Pero eso, si es aplicable al mundo, no a nuestra relación con
Dios. Porque la felicidad de la que nos habla Jesús es un camino que hay que
recorrer junto a Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.