Un hombre es humilde cuando
es capaz de tomar conciencia de su pequeñez, de sus limitaciones, de sus
necesidades, de su origen y de su destino. Un hombre es humilde cuando toma
conciencia que su vida está sostenida para ser vivir en plenitud y que este
mundo es sólo un camino para alcanzarla.
Un hombre es humilde cuando
advierte que la felicidad no consiste en saber, poder o tener, sino en vivir en
la paz y el gozo de saberse salvado y eterno. Y experimenta que es ahí donde
está la verdadera alegría y que eso es lo que realmente te viene a ofrecer y
revelar Jesús, el Hijo de Dios.
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