El camino de la vida, tarde o temprano, nos interpela y nos cuestiona nuestro destino. Experimentamos que estamos hechos para amar, porque cuando amamos sentimos gozo, paz y alegría. Pero también sentimos fuerzas en nuestro interior que nos inclinan y arrastran al odio y egoísmo.
Se establece una lucha en
nuestro interior que nos preocupa y nos hace la vida difícil. Es una lucha a
muerte cada día, y el camino se hace cuesta arriba. El mundo y sus ofertas
tiran para un lado, y nuestro corazón nos habla en clave de amor. Son momentos
tensos y de elección.
Necesitamos la Luz del Espíritu Santo para elegir bien, porque de esa elección dependerá que nuestra alegría perdure hasta la eternidad, o sea apagada por el ruido del mundo que, aparentemente, se nos presenta como verdadera felicidad, pero luego se descubre como mentira sin sentido que nos deja vacío.
Necesitamos la Luz del Espíritu Santo para elegir bien, porque de esa elección dependerá que nuestra alegría perdure hasta la eternidad, o sea apagada por el ruido del mundo que, aparentemente, se nos presenta como verdadera felicidad, pero luego se descubre como mentira sin sentido que nos deja vacío.
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