Con frecuencia pensamos que el palabrerío influye en nuestras oraciones y súplicas y tratamos de persuadir a las personas con nuestro bien hablar. Llegamos a pensar que incluso podemos seducir y convencer a Dios.
Hoy, Jesús nos desengaña y nos deja muy claro que nuestro palabrerío sirve de poco y que la oración no se fundamenta en las palabras sino en la buena intención del corazón y en la fe en Dios nuestro Señor.
Se trata de pedir y vivir en la confianza del Señor y en el cumplimiento de su Palabra. Y de tomar conciencia que es Padre que se preocupa por cada uno de sus hijos, nos quiere y nos cuida.
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