El sentido común nos dice que Jesús no puede abandonarnos después de anunciarnos el amor y nuestra filiación de hijos de su Padre del Cielo. Él ha venido a revelarnos el Amor del Padre y no puede desaparecer sin mostrarnos el camino y su acompañamiento como hermano mayor.
Y nos lo promete y lo cumple. Se queda
con nosotros para asistirnos, auxiliarnos y acompañarnos en la dura tarea de
cada día hacia el camino del la Casa del Padre. Hoy celebramos esa efeméride.
Jesús se ha quedado sacramentalmente con nosotros, y podemos estar en su presencia
sacramental siempre que queramos y podamos.
Pero, sobre todo, se ha quedado como alimento Eucarístico para que
podamos alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre en la Eucaristía. Allí podemos
tocarle y comer su Cuerpo y configurarnos con Él espiritualmente como
sacerdote, profeta y rey por la acción del Espíritu Santo en el momento de
nuestro bautismo. Y caminar con Él, confortado y fortalecido por su Amor.
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