Quizás no nos damos cuenta de que
nosotros somos esa viña que el Padre ha creado y que espera que demos frutos.
Quizás no nos damos cuenta que somos nosotros los que le rechazamos y nos
negamos a darles los frutos que Él ha dejado a nuestro cultivo y
responsabilidad. Posiblemente vivimos tan distraídos que vemos la paja en el
ojo ajeno y no la viga en el nuestro.
Hemos recibido una viña, nuestra
vida, y unas cualidades y talentos que, como semillas que pueden dar frutos
debemos cultivar y trabajar. Frutos de generosidad y amor que debemos derramar
en todos aquellos que lo necesitan dándolos por amor tal y como lo hemos
recibido.
Y debemos estar preparados para cuando llegue el Hijo poder entregarles
todo lo que hemos sido capaces de cultivar. Esos frutos de verdadero amor que
Él espera recoger de la viña que nos ha dejado. Mientras, seguimos trabajando
en la viña que el Señor nos ha dejado con verdadero amor.
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