El tiempo es un gran problema
para la vida del hombre. Llega la hora de los frutos, pero, sin pausa, llega
también la hora de la vejez, de la senectud y con ella la proximidad de la
muerte. Al hombre le asusta la muerte y siente miedo de morir. Busca siempre la
vida.
Es el caso de la mujer con
flujos de sangre y del magistrado que siente la muerte de su hija. No
encuentran remedio y se apoyan en Jesús. Creen en Él y se abandonan con fe en
su poder de darles vida. Acuden a Él y se lo piden con fe. ¿Nos sirve a
nosotros estos ejemplos?
Podemos preguntarnos, ¿cómo está nuestra fe? ¿Es una
fe confiada, abandonada y esperanzada en el Poder del Señor y en su compasión?
¿Creo que el Señor me da vida, la única vida que se prolonga en la Eternidad?
¿Me abandono confiado en las Manos del Señor? Danos, Señor, la fe de esa mujer y ese magistrado.
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