Cuando aceptas a alguien se
supone que aceptas lo que dice y te comprometes con ello. No tendría sentido
aceptarlo e ir por otro lado con tus compromisos y con tu vida. Abrirse a lo
que enseñaba Jesús les suponía dar un giro a su vida y cambiar de actitudes y
de ideas preconcebidas. No estaban dispuestos a eso. No estaban dispuestos a
eso.
Y menos recibido de un
conocido, un hijo de carpintero. Un cualquiera del pueblo que no destacaba
según sus ideas. Sí, enseñaba al parecer con autoridad y hacía obras que
sorprendían, pero, al parecer, para ellos no era suficiente. Sus soberbias y
suficiencias eran superiores a sus inteligencias y les cegaban totalmente.
Igual nos puede estar sucediendo a muchos de nosotros.
Estamos cegados por las luces del mundo, de nuestra soberbia, de nuestra
suficiencia y no nos damos cuenta de lo que realmente somos. Tendremos que
sufrir un abajamiento o caída para darnos cuenta de nuestra miseria y nuestra
pobreza. Entonces se nos abrirán los ojos.
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