La vida es un continuo
crecimiento. Nacemos para crecer y desarrollarnos y nuestro desarrollo abarca
varias etapas a través de las cuales conseguimos la madurez y el estado adulto.
Si bien hay una etapa que da dolor de cabeza y escapa a nuestro dominio. Son
los tiempos del despegue del la unidad familiar.
Llega el momento que los
hijos inician la separación de sus padres. Se distancian y empiezan a manejarse
ellos solos. Eligen sus ambientes y sus padres pierden la estela de sus caminos
y de su obrar. Están en manos, y lo saben sus padres, de la cizaña que también
va con ellos y que les amenaza con desorientarle y cambiar el rumbo de sus
vidas.
Y nos experimentamos
impotentes y desesperados. No sabemos qué hacer ni cómo actuar. Podemos
precipitarnos y al tratar de arrancar la cizaña arrancar también los sentimientos
y valores de tu hijo. Mejor es dejarlo crecer y llegado el momento que lo
necesiten ayudarles a separar lo malo para que crezca lo bueno. No sabemos si
será tarde, pero de momento, dales tu ejemplo, reza por ellos y ponte en Manos
de Dios.
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