El hombre busca a Dios cuando
siente la necesidad y el peligro. Todos hemos experimentado el grito de auxilio
cuando estamos en algún apuro. Sale de lo más hondo de nuestro corazón: ¡Dios
mío, sálvame!, o ¡Madre, socórreme! Son esos momentos en que nos sentimos
pequeños y nos llenamos de humildad.
La humildad es necesaria para
despertar la búsqueda, tanto de la verdad como de la del padre. El hombre
cuando es humilde busca el encuentro con su Padre Dios, porque en Él encuentra
todo lo que necesita y su vida se llena de esperanza y alegría.
Así son los niños, confiados, necesitados y
dependientes de sus padres. Les obedecen y les imitan. Quieren ser como ellos.
El niño cuando crece debe seguir siendo niño en el sentido de buscar a su Padre
Dios, confiar en Él, obedecerle e imitarle en el amor. Por eso nos dice Jesús
que tenemos que ser como niños.
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