El hombre necesita un ideal
que le empuje a caminar y al esfuerzo constante para superar todas las
adversidades que, en su camino, se le presentan. Hay tropiezos y obstáculos,
pero esfuerzos por superarlos. Porque, el hombre quiere ser feliz y busca esa
felicidad que tanto anhela.
Una felicidad que no sólo se
concreta en el alimento, en el vestido, la salud o el trabajo, sino que,
saciadas estas, va más allá y busca satisfacer esa hambre trascendente que
necesita saciar. Esa hambre de vida eterna y gozo pleno que no encuentras en
las cosas de este mundo.
Por eso, tomar conciencia de que Jesús, el Señor, es
quien no puede salvar de la esclavitud del pecado de este mundo y de llevar
grabado en nuestro corazones ese grito de misericordia y de perdón que expresamos
cuando le suplicamos, como Pedro, ¡Señor, sálvame!
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