Cuando algo se hace vida
dentro de nosotros termina por salir a afuera y hacerse realidad. Algo en lo
que se cree y por lo que se lucha y se busca. Sobre todo en lo que respecta a
la fe en nuestro Señor Jesucristo, porque, para Dios no hay nada imposible.
Así lo creyó aquella mujer
que no la detuvo nada hasta conseguir que Jesús la escuchara. Y tampoco le
impidió que desistiera de su propósito la respuesta que Jesús le dio. Ella
estaba convencida de que Jesús podía y así se lo propuso sin desmayo.
Porque, Tú, Señor has venido a salvar a todos por
igual. Sólo exiges que crean en Ti, y aquella mujer extranjera tuvo una fe
grande como Tú mismo descubriste. También nosotros, Señor, queremos decirte: «
¡Señor, socórreme!».
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