La vida es dura y nos cuesta
trabajo. Levantarse necesita un esfuerzo y todo lo que hacemos también. La vida
exige disciplina y eso es trabajo que lleva esfuerzo. Dios desterró al hombre a
vivir con esfuerzo y trabajo –Gn 3, 17-19- por su desobediencia. No hay otra
alternativa sino la de trabajar.
El trabajo dignifica al
hombre porque es la respuesta obediente al mandato de Dios. Y también nos da la
oportunidad de manifestar nuestro amor cuando lo hacemos con actitud generosa,
disponible, voluntaria y alegre por amor tratando de servir. Nada nos hace más
grande que el servicio a los demás.
Y cuando lo hacemos por amor la grandeza es infinita,
porque nos estamos pareciendo a Dios, que nos ama con verdadero amor. Por lo
tanto, tratemos de estar preparado para servir, y lo hacemos en la medida que
nos esforzamos para que nuestro corazón arda en esa intención por la Gracia de
Dios.
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