La vida que Jesús nos propone
también tiene un coste. Es gratuita, es decir, no hay que comprarla. Se nos
regala, pero sí tiene un coste y hay que costearlo. Un coste que tiene unas
herramientas específicas que Jesús pone a nuestro alcance: la oración, la Eucaristía, su Palabra, el
sacramento de la Reconciliación…
Son esas herramientas las que nos van a permitir tener
nuestro corazón ardiente, deseoso de un encuentro con Jesús cada día y en
constante vigilancia de su presencia. Por lo tanto, cuidemos nuestros corazones
y nuestras almas, porque no se pueden tener encendidas y ardientes de cualquier
forma.
Las tentaciones y
seducciones del mundo están vigilantes para aprovechar cualquier despiste,
acedia o bajón que tengamos para desengrasarnos y romper nuestra dinámica de
perseverancia. No nos dejemos engañar ni seducir por el Maligno que quiere
dormirnos. Pongámonos a preparar nuestros corazones para esperar vigilantes la
venida del Señor.
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