Muchos han rechazado la
invitación al banquete eterno. Todos han sido invitados, malos y buenos, porque
todos tienen en sus corazones la impronta y la marca indeleble de la invitación
al banquete de la Vida Eterna. Dependerá de ti el aceptarla y también tu
felicidad y tu gloria.
Quizás el ruido y la
oscuridad de tu vida no te deje ni oír ni ver esa llamada al banquete. Quizás
trates de justificarte con muchas cosas que te impiden escuchar y oír esa
invitación. Procura aislarte; procura hacer silencio en tu vida para escuchar
el silencio de Dios. Se manifiesta de la forma más sencilla y silenciosa.
Pero, procura también llevar el verdadero vestido. Ese
vestido interior de buenas intenciones, de humildad, de dolor de contrición, de
arrepentimiento y de deseos de reconocerte pecador para, por la Gracia de Dios,
ser limpiado y vuelto a nacer por medio del Bautismo. No lo dudemos, revestido
de este traje nuevo aceptemos la invitación a la Vida Eterna.
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