Hay muchas partes de nuestra
vida que no funcionan bien. Experimentamos paralices en muchos miembros de
nuestro cuerpo y nos abandonamos a ellas. Quizás nuestra voluntad está débil y
casi paralizada y nos somos capaces de enfrentarnos a nuestros vicios y
apetencias que sentimos que no nos hacen bien.
Pero, lo peor es que no
advertimos que Jesús nos puede curar y no acudimos a Él. Y nos sometemos a la
norma y a la ley sin darnos cuenta que esas parálisis nos ahogan y nos pierden.
Necesitamos levantarnos y ponernos en la presencia de Jesús. Él está presente
en nuestra vida y espera nuestras súplicas.
Pero, ese paso lo tenemos que dar nosotros. Primero,
buscarle y estar en su presencia, y luego, dejar y hacer lo que Él nos diga.
Sí, Señor, yo quiero que cures todas mis parálisis para liberarme de todas esas
cadenas que esclavizan mi vida.
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