La realidad de los tiempos
que vivimos nos minan nuestras esperanzas y todo parece avocado a la perdición.
Se pierden los valores y parece predominar la conciencia del relativismo que
cada cual interpreta como le parece y de acuerdo con sus egoísmos e intereses.
Sin embargo, Dios no se
olvida del hombre, pues se manifiesta dando vida al mudo y al sordo. Y un Dios
que tiene poder para devolver la vida y sanar no nos dejará que el mundo nos
venza y nos engulla. Sus acciones y palabras levantan nuestra esperanza y nos
llenan de fuerza y ánimo.
A pesar de los males del hombre, Dios continúa su
acción sanadora y salvadora, pero, necesita también de nosotros, porque nos ha
dejado como continuadores de su Misión. Y tú y yo debemos, primero tener
confianza y fe en su presencia, y, segundo, injertados en el Espíritu Santo,
fortalecer nuestra lucha y nuestro apostolado.
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