Desde el principio todo
indicaba que Jesús, el Mesías enviado, tenía otros planes, según la Voluntad de
su Padre, diferentes a los que el pueblo esperaba. Pero, pocos se dieron
cuenta, y sorprende que sólo dos ancianos lo descubrieran en su presentación en
el templo.
Simeón y la profetiza Ana se
dieron cuenta de la presencia divina del aquel Niño. Y a Simeón, varón justo y
piadoso, que esperaba la consolación de Israel, le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de haber visto al Cristo del Señor.
Es posible que ahora a ti y a
mí nos suceda algo parecido a lo del pueblo. Quizás, porque no estamos atentos
como Simeón buscando descubrir al Mesías
prometido. Quizás, nuestra inquietud no
llega a movernos a buscarlo, o a preguntarnos de dónde venimos. Sería bueno
hacer esa reflexión y tratar de descubrir que ha nacido el Salvador del mundo..
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