Por desgracia, la solidaridad
no abunda. Al menos de forma desinteresada y disponible. Y menos gratuita. Sólo
existe una posibilidad donde pueda darse esa actitud de servicio por amor, y
todos sabemos dónde y quien lo hizo. Fue aquella noche previa a su Pasión.
Había venido a servir y así
lo manifestó poco antes de ser condenado a morir crucificado. Los primeros
sorprendidos fueron los apóstoles, sobre todo Pedro, que viendo que iba en
serio se entregó, no sólo a que le
lavara los pies sino hasta la cabeza.
Y María empieza su camino de la misma manera.
Anunciada su maternidad como Madre del Mesías, se pone en camino y sale en
actitud de servicio y disponibilidad a servir a su prima Isabel. Ella, la Madre
de Dios, sirviendo a su prima Isabel. Así la sorprendente respuesta de ella al
saludo de María.
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