El hecho de no caminar puede
descubrirte que te quedas obsoleto. De hecho lo experimentamos con nuestra
propia vida. Vamos envejeciendo y experimentamos que los tiempos y la evolución
de los cambios va más deprisa que nosotros. No alcanzamos a seguir sus pasos y
nos quedamos atrás.
Eso nos hace viejos y nos va
quitando de la escena social. Incluso empezamos a experimentar que somos una
carga para los demás. Posiblemente, en todo ese proceso de evolución hay
escondidas muchas de nuestras lagunas y leyes que no han evolucionado.
Y, si no descubrimos que las leyes se quedan cortas y
su espíritu debe ir más lejos, hasta el punto de darnos cuenta de lo primordial
e importante, nos quedamos muertos y estancados en la ley. Y no crecemos en la
misericordia y el perdón, pero, sobre todo, en descubrir que lo importante es
siempre el hombre. Y la ley a su servicio.
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