El
hombre es un ser integral. Y eso quiere decir que está compuesto de alma y
cuerpo. Y tanto necesita el cuerpo como el alma. Pero, si el cuerpo está
llamado a morir en el espacio que tiene trazado en este mundo, el alma será
inmortal y necesitará toda nuestra atención para que quede limpia de manchas
que la condenen.
Es
bueno y necesario, pues, alimentar el cuerpo, pero, también y con más
importancia el alma. Porque, de manchar el alma nuestro cuerpo también se
perdería para la eternidad a la que aspira. Una eternidad plena de gozo y
felicidad.
Pues, la sorpresa al perder
el alma puede representar que nuestro cuerpo quedaría sujeto a la
mortificación, la infelicidad y sufrimiento eterno. Eso sería nuestra
perdición. De ahí que cuidar el alma es más importante. Y en eso tiene que ver
mucho la medida de nuestra fe, el silencio, la paciencia, discernimiento y la frecuencia de estar bien alimentados Eucarísticamente.
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